Mediumnidad y Espiritismo
Carlos Campeti
Todo aquel que siente, en cualquier grado, la influencia de los Espíritus es, por lo tanto, un médium. Esta facultad es inherente al hombre; no es, por lo tanto, un privilegio exclusivo. Por eso, es raro que las personas no tengan algunos rudimentos de ella. Puede decirse, por tanto, que todo el mundo es más o menos médium. Sin embargo, generalmente sólo son calificados como tales aquellos en quienes la facultad mediúmnica está bien caracterizada y se traduce en efectos claros y de cierta intensidad […]. (El Libro de los Médiums. Tema 159. Ed. FEB)
Como señala Allan Kardec, todos somos más o menos médiums, pero muchas personas temen incluso hablar de ello porque no saben lo que podría ocurrirles por ser médiums. Aún hoy, hay quienes los consideran brujos o locos cuando se atreven a hablar de lo que perciben, oyen o ven.
Por otro lado, hay quienes, cuando se dan cuenta de que son médiums, se creen iluminados y empiezan a explotar a las personas que sufren y son crédulas, dispuestas a pagar para librarse de su dolor e insatisfacción. Algunas de esas personas se llaman o se autodenominan espiritistas, cuando en realidad no conocen ni comprenden el Espiritismo, porque si lo conocieran, sabrían que se están engañando al querer explotar la facultad mediúmnica en su propio beneficio.
Los Espíritus Superiores no se prestan a la adivinación, a ayudar a las personas por dinero o por cualquier tipo de recompensa. Los que se dedican y aceptan este tipo de actividad son espíritus poco evolucionados que, la mayoría de las veces, no están en condiciones de ayudar a nadie, ni siquiera a si mismos, porque necesitan aclaraciones y orientaciones sobre su evolución espiritual y la necesidad de cambiar malos hábitos para progresar.
A pesar de la ignorancia que aún prevalece sobre el tema, la mediumnidad siempre ha existido. Los libros más antiguos de la Humanidad registran hechos relacionados con esta facultad. La Biblia ya trata de charlatanes que se aprovechaban de la ignorancia del pueblo, dejando clara la importancia de comunicarse con los espíritus sin interés ni mistificación, sino con el propósito de hacer el bien. (Números, 11:26-29)
El Nuevo Testamento muestra a Jesús hablando con espíritus en varios momentos, como en el caso de la transfiguración en el Monte Tabor. Los Hechos de los Apóstoles registran muchas referencias a curaciones y diálogos con los espíritus inferiores que acosaban a la gente, realizados a través de la mediumnidad de los discípulos de Jesús.
Pablo de Tarso, en su segunda Epístola a los Corintios, habla de la diversidad de dones, que son diferentes formas de comunicarse con los espíritus a través del profetismo o lo que ahora llamamos mediumnidad.
Puesto que no es algo nuevo, ¿por qué la gente tiene miedo de la mediumnidad? El miedo es el resultado de la falta de conocimiento sobre el tema y de la importancia que generalmente se da a la opinión de los demás. Es natural que la opinión de la mayoría no sea favorable a la mediumnidad, porque la religión dice que es «cosa del diablo y brujería».
Muchas personas fueron quemadas vivas en la Edad Media porque poseían algún tipo de mediumnidad. Juana de Arco fue llevada a la hoguera porque hablaba con espíritus y recibía instrucciones y guía de ellos. Más tarde fue considerada santa, tras reconocerse que había prestado un importante servicio a Francia, bajo la guía de los llamados «santos de la Iglesia», que en realidad son espíritus superiores que trabajan bajo las órdenes de Cristo para ayudar a la humanidad a avanzar en su progreso.
El desconocimiento de la mediumnidad es un peligro. Las personas entran en contacto con espíritus de todas las categorías. La verdad es que estos espíritus no son más que las propias personas sin el cuerpo de carne, es decir, son los mismos: buenos y malos que vivieron entre nosotros y que continúan en el mundo de los espíritus de la misma forma que lo hicieron aquí.
Aquellos que siempre han ignorado la realidad espiritual, que no se han molestado en dominar sus malas inclinaciones y hacer el bien a los demás, llegan al mundo espiritual como un viajero que no tiene equipaje ni recursos para encontrar un buen lugar donde alojarse. Se encuentran perdidos y desorientados. Como no se lo merecen por no haber hecho el bien, los buenos no pueden ayudarles, aunque siempre intenten hacerlo. Será necesario que esas personas desorientadas cambien su forma de actuar e intenten elevar el nivel de sus pensamientos y sentimientos para darse cuenta de que, junto a ellas, vibran espíritus superiores que quieren verlas salir de la penosa situación en que se han metido por despreciar la Ley Divina. Hasta que despiertan, suelen ponerse al lado de los que se quedaron en la Tierra, ya sean familiares, conocidos o incluso desconocidos con los que tienen afinidad.
No es porque ignores esta realidad por lo que estás libre de influencias. Existen, aunque desees que no existan o no reconozcas su existencia. La vida sigue en el más allá igual que aquí, donde estamos ahora: los buenos encuentran su camino y siguen buscando oportunidades para aprender y ayudar al prójimo; los malos o ignorantes siguen intentando satisfacer sus necesidades groseras, como saciar los vicios que se llevan al mundo de los espíritus. Como ya no pueden manipular las cosas materiales -porque son espíritus-, se acercan a las personas con los mismos vicios o hábitos equivocados para satisfacer sus necesidades y pasiones.
Contrariamente a la creencia popular, el conocimiento de esta realidad no ofrece riesgos ni peligros, sino que ayuda a las personas a saber cómo evitar las malas influencias y prepararse para recibir las buenas, convirtiéndose en un instrumento de ayuda al prójimo.
La mediumnidad no está vinculada al Espiritismo, pero la doctrina puede ayudar en su comprensión, finalidad y utilidad, evitando dolores y sufrimientos innecesarios y enseñándonos a utilizar ese potencial para el bien. El conocimiento sobre la mediumnidad es la mejor forma de tratarla. Es a través del esfuerzo y del estudio que es posible conocer, meditar, sentir y vivir el mensaje de Cristo.
Hace más de dos mil años, Jesús nos trajo la Buena Nueva, pero gran parte de la humanidad aún la ignora, es complaciente en su comprensión primaria o sigue las directrices de jerarquías sacerdotales interesadas en mantener el status quo y el poder. Es necesario esforzarse por superarse a la luz de las enseñanzas de los Espíritus Superiores, que presentan la moral de Jesús de forma clara, para que pueda ser comprendida y vivida por todos, sin misterios ni prácticas falsas e inútiles, que no conducen a la superación necesaria para alcanzar la evolución espiritual.
Al estudiar el Espiritismo, cualquier persona que posea algún tipo de mediumnidad – que no es privilegio de unos pocos iluminados, sino común a muchos – tendrá la oportunidad de conocer esta facultad y actuar para hacer de ella un medio de progreso y avance espiritual.